Por Gabriela Guerrero Marthineitz
El documental conducido por Mariana Fabbiani dialoga de manera directa con los temas que exploro en mis columnas: el fast fashion, la presión sobre el cuerpo, la búsqueda de sentido y el lujo silencioso como gesto de identidad. Desvestida funciona como el espejo audiovisual de una transformación que venimos observando desde la palabra.
A veces una serie nos encuentra en el momento justo. No porque aporte una revelación, sino porque ilumina —desde otra estética, desde otra narrativa— ideas que venimos masticando hace tiempo.
Eso me pasó al ver Desvestida: la moda pasó de moda, el documental conducido por Mariana Fabbiani.
Sentí que la serie no hacía más que abrir, con imágenes y testimonios, las mismas grietas que estas columnas vienen explorando desde la palabra: el desgaste del consumo compulsivo, la presión del cuerpo perfecto, la velocidad que devora el sentido, la necesidad urgente de volver a la autenticidad, al lujo silencioso y al vestir como gesto de identidad.
Desvestida no es una guía de tendencias, no es un paseo glamoroso por pasarelas brillantes. Es una invitación a mirar la moda desde adentro, desde el hueso, desde la incomodidad.
Y, justamente ahí, surge el puente con mis escritos: esa incomodidad es la señal de época que intentamos traducir, cada uno a su modo, desde nuestras miradas.
El cuerpo como territorio que la moda ya no puede disciplinar
Uno de los puntos más potentes de la serie es la discusión sobre el cuerpo.
La moda dejó de ser (o está dejando de ser) el reino de los cuerpos hegemónicos y silenciosos.
En Desvestida vemos mujeres y hombres hablar sin anestesia de sus luchas, sus inseguridades, sus rechazos, sus transformaciones.
La cámara no busca la perfección: busca la verdad.
Este eje dialoga directamente con mis reflexiones sobre cómo las mujeres nos vestimos para negociar, trabajar, sostener espacios de poder o, simplemente, existir.
Durante décadas se nos dijo que había un “cuerpo correcto” para cada prenda y que la vestimenta debía adaptarse a ese molde, hoy eso se derrumba.
No es el cuerpo el que debe ser modificado: es el sistema de miradas el que debe ser reeducado. Lo que antes era una capitulación, hoy se vuelve un acto político: vestirse desde la comodidad propia y no desde el mandato ajeno.
El consumo compulsivo: la trampa más silenciosa de todas
Otro de los hilos que recorre la serie es el fast fashion y la industria del consumo acelerado.
Desvestida muestra el impacto ambiental, la saturación de prendas, la ansiedad que se esconde detrás de comprar por impulso.
Una secuencia de la serie (armarios colmados, prendas que todavía tienen la etiqueta puesta) es la representación perfecta de lo que escribo cuando hablo del “comprar para tapar”: esa conducta que no busca ropa sino alivio inmediato.
En mis columnas sostengo que el consumo compulsivo es, en muchos casos, un intento de anestesia: llenamos el placard cuando sentimos un vacío emocional, una desconexión, una duda.
La serie lo muestra de manera descarnada: la acumulación no viste, apenas cubre. Y lo cubierto —lo que no queremos ver— es siempre más profundo que un vestido o una cartera.
Esa coincidencia entre la narrativa visual de la serie y la reflexión emocional que vengo planteando me confirma que estamos ante un cambio cultural global: ya no alcanza con comprar; queremos entender por qué compramos.
La identidad como verdadero lujo del siglo XXI
Uno de los momentos más interesantes del documental es cuando Mariana Fabbiani afirma que “estar a la moda ya pasó de moda”. Suena provocador, pero es profundamente cierto.
El lujo, hoy, tiene muy poco que ver con el precio y mucho que ver con el sentido. Esta es la columna vertebral de mis textos sobre lujo silencioso: la idea de que el valor está en elegir, no en exhibir.
El lujo silencioso es introspectivo: te obliga a preguntarte quién sos, qué buscás, qué querés proyectar.
Desvestida lo confirma al recorrer ciudades tan distintas como Nueva York, Milán o Buenos Aires y mostrar que, en cada una, las personas que realmente destacan no son las que siguen tendencias, sino las que siguen su identidad.
El estilo se volvió biográfico: cuenta una historia, no un catálogo.
Y en esa historia, la autenticidad pesa más que cualquier etiqueta.
La edad como un triunfo, no como un límite
La serie dedica varios episodios a repensar la relación entre moda y edad.
Mujeres que reivindican sus arrugas, hombres que abrazan sus canas, diseñadores que encuentran belleza en lo que antes se buscaba ocultar.
Es un gesto de libertad. Un acto de resistencia.
La moda deja de ser la cárcel de la juventud eterna para convertirse en un lenguaje que acompaña la vida real.
Este punto también se enlaza con mis columnas, donde insisto en que vestirnos es un ejercicio de verdad, no de disfraz.
La edad no debería ser un obstáculo para el estilo; al contrario, debería ser un aliado. Cada año vivido agrega textura, coraje, decisión.
La serie lo muestra y lo celebra.
Por qué ver Desvestida: más que un documental, un síntoma de época
Recomiendo verla porque logra algo que pocos contenidos sobre moda logran: conmover sin manipular, explicar sin simplificar, cuestionar sin destruir. Y sobre todo, porque muestra que la moda ya no puede pensarse como industria aislada: es un fenómeno que habla de consumos, cuerpos, trayectorias personales, identidades culturales, aspiraciones sociales y contradicciones íntimas.
Y acá aparece lo que más me sorprendió: aunque no lo planeamos, mis columnas y Desvestida forman parte de la misma conversación global.
No se retroalimentan, pero se espejan, hablan de lo mismo desde lugares distintos: una desde el mundo audiovisual; la otra desde la palabra escrita.
Ambas nacen de la misma pregunta: ¿cómo volver a hacer de la ropa un espacio de libertad y no de encierro?
Desvestida confirma que el cambio no viene de los grandes desfiles ni de los slogans publicitarios: viene de nosotras, de nuestras decisiones, de la valentía de mirarnos y preguntarnos para qué nos vestimos.
La serie es un recordatorio de que la moda está mutando y que esa mutación exige conciencia, sensibilidad y, sobre todo, responsabilidad.
En un mundo saturado de estímulos, tendencias fugaces y mandatos estéticos, tal vez la verdadera revolución sea simple: volver a vestirnos para ser, no para parecer.
Podés verla en Disney +
Desvestida: la moda, pasó de moda
Conduce. Mariana Fabbiani
Produce: Mandarina
Hasta la próxima!
La Señora del Lujo Silencioso
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